miércoles, febrero 20, 2013

Dos mundos



Estaba la tierra llena de lamentos que se esparcían por las copas de los árboles, una risa desencajada, un silbido prolongado, la noche y el abismo.
El hombre de hierro rompió la corteza que le separaba de otro mundo. En el silencio un graznido de pájaro sesgó el viento y como un susurro una voz que brotaba del agua.
El hombre de hierro atravesaba caminos intrincados. A su paso se despertaban las alimañas, ensordecían el aire con aullidos, obedeciendo a un deseo obsceno de fusionarse, un grito atroz formado por mil lenguas trenzadas que se cuela entre los orificios de las rocas.
Una niebla densa  fue cubriendo las voces, permaneció, tan solo, el lamento  del Hombre de hierro que rebotaba por los acantilados. La bruma avanzaba despacio empequeñeciendo el mundo hasta hacerlo desaparecer, o dejando solo una sombra larga, un istmo,  un latido apagado, un rumor de aguas subterráneas.
Emergió  la ninfa agitando sus brazos con gestos suaves despertando con su danza las flores, los insectos, perfumando el aire con jazmines y nardos. Caminaba ciega, impulsada a atravesar la estrecha franja, bailaba dichosa e ignorante. Embriagadas por ella las criaturas del campo cantaban anunciado el encuentro monstruoso de la belleza y el espanto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tú lo has dicho, el encuentro monstruoso de la belleza y el espanto. ¡Vaya cuánto tiempo transcurrido desde vuestra última entrega!
Besos
D.